Hace noventa años,
Alexander Fleming revolucionó la Historia moderna mediante un descubrimiento
que salvaría millones de vidas: la penicilina. La introducción del antibiótico
en la práctica médica habitual permitió que enfermedades potencialmente mortales
pasaran a ser banales; la población ya no iba a morir de procesos que ahora
consideramos tan simples como un flemón dentario o una neumonía no complicada.
Allá donde hubiera una bacteria implicada, había un antibiótico que le pudiera
hacer frente.
Tan solo noventa años
después, sabemos que eso ya no es cierto. Actualmente, las resistencias
bacterianas a antibióticos suponen una gran amenaza a la salud mundial, que
podría acabar provocando un retroceso a la era previa al descubrimiento de los
antibióticos.
Pero, ¿somos realmente conscientes de este hecho?
Actualmente, en
Europa se estima que 33.000 personas mueren al año a consecuencia de bacterias resistentes
a los antibióticos de los que disponemos. En España, esta causa supone 3.000 muertes
al año. Cuando hablamos de que ha habido una muerte provocada por una bacteria
resistente a antibióticos, decimos que ese microorganismo es el producto de una
serie de mutaciones que le hacen invencible al uso de cualquier antibiótico que
disponemos. A todos los antibióticos que disponemos. Esto es: es imposible
plantarle cara.
¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Esto se ha visto
favorecido por el uso y abuso de antibióticos a lo largo de todos estos años,
algunos casos por automedicación por parte del paciente y otros por
prescripciones erróneas por parte de facultativos. Los antibióticos son solo
eficaces para tratar infecciones de causa bacteriana; sin embargo, la mayor
parte de enfermedades infecciosas son causadas por virus, lo que hace que tomar
un antibiótico por causas como faringitis o catarros sea no solo perjudicial
para uno mismo sino para el entorno cercano.
¿Podemos detener esto?
Podemos al menos
intentar ralentizarlo, mediante el uso prudente de antibióticos. Es muy
importante tomar antibióticos solo cuando un médico los haya recetado. Además
de atentar contra la salud pública, al tomar un antibiótico no indicado uno
está atentando contra la salud individual, al estar asumiendo el riesgo de
desarrollo de reacciones adversas inherentes a la toma de cualquier fármaco. La
gripe la produce un virus, por lo que los antibióticos no están indicados. La mayoría
de las faringoamigdalitis las producen virus, por lo que tampoco estaría
indicado un antibiótico. Y los catarros de vías respiratorias altas (esos de
mucho moco y voz nasal), también hay virus implicados. ¿Para qué necesito
antibiótico entonces? Para neumonías diagnosticadas, ciertas infecciones de
oído, faringoamigdalitis donde se detectan bacterias, infecciones de orina
sintomáticas, infecciones de piel, abcesos dentarioas… y en general, todo
aquello con previa prescripción por parte de un/a médico.
Haciendo un uso racional de los antibióticos, todos
podemos frenar la propagación de las bacterias multirresistentes. ¡¡Combatámoslo
juntos!!
Dra Urdín.
0 comentarios:
Publicar un comentario